Saturday, April 21, 2018

La demagogia del mercader


¿En calidad de qué habló el ingeniero Slim? En calidad de nada. Simplemente en su papel de amo, dueño y señor de la voluntad de una buena parte de empresarios medianos y pequeños (comparados con él todos los empresarios mexicanos son pequeños) a los que cree representar (esos que se agolpan en el Consejo Mexican de Hombres de Negocio y en el Consejo Coordinador Empresarial), de algunos políticos que siempre han sido sus aliados, de sus miles y miles de empleados cuya inmensa mayoría gana un sueldo de supervivencia (es divertido hacer las cuentas de cómo sobreviven sus empleados con la ya famosa regla del sanbornomics), quizá también lo hizo en nombre de los beneficiarios de sus programas de ayuda (ostentoso fue el nombre de la Fundación Slim en la conferencia de prensa) a los que avienta unos cuantos centavos cuando su voluntad, la suya, la superior lo desea. Habló también en nombre del espíritu del capital y de los mercados, de proteger la inversión y los ahorros de los mexicanos. Es de hecho muy extraño que hasta ahora se hubiera mantenido en silencio. Dedicó una buena parte de su conferencia al proyecto ese que ya se vislumbra como un hervidero de corrupción: el llamado NAIM y en el cual su familia (yerno) y sus empresas tienen una participación importante. Lo anticipé: conociendo al ingeniero y su astucia selectiva cuando la necesita, fue suave y generoso con el candidato puntero al ni siquiera mencionar su nombre, pero también dio finalmente un manotazo sobre la mesa por primera vez y se decantó abiertamente contra la decisión de cancelar el NAIM. Argumentó que nos beneficia pero nunca dijo que ese aeropuerto requerirá mayor inversión en su mantenimiento que en su construcción porque ahí están sus empresas para engrandecer sus jugosos contratos con el Gobierno, tampoco hizo ninguna mención al grave impacto ecológico del proyecto. Carlos Slim es un empresario que no ha inventado ni un solo producto o servicio ni ha innovado en algún aspecto de la tecnología o del ámbito empresarial (a diferencia de sus pares en el Olimpo de los millonarios globales, mencionaría como ejemplo de lo contrario a Bill Gates, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Larry Ellison, Larry Page, Warren Buffet, Michael Bloomberg, la familia Walton e incluso Amancio Ortega y un larguísimo etcétera, quienes han hecho su fortuna aportando una gran cantidad de conocimiento e innovando en la economía capitalista). Por el contrario, el ingeniero es uno de esos expertos en el tráfico de influencias y sus empresas con sus prácticas monopolicas le hacen un grave daño al país, que pagamos todos los consumidores que nos vemos obligados a lidiar con sus servicios de pésima calidad  a precios exorbitantes. La OCDE ha documentado que sus empresas le hacen un grave daño al crecimiento económico al disminuir la competitividad e inhibir la libre concurrencia  no solo en los segmentos donde opera sino en toda la cadena de valor con las distorsiones que eso genera en la formación de precios en la economía y su consecuente impacto negativo  en la distribución de los sueldos y los rendimientos del capital. ¿La conferencia de prensa lo mostró tal como es: mezquino y ambicioso? Casi toda su argumentación se presta para un análisis lógico que nos llevaría a concluir que su discurso está repleto de falacias del tipo: “A México le conviene lo que a mis empresas les conviene porque todo eso a mí me conviene.” O bien “Si se cancela el NAIM México no crecerá porque mis empresas no crecerán, aún cuando estas son causantes de un retroceso de varios puntos del PIB en la economía mexicana.” Parece que resultó más demagogo el mercader. 

En fin, si un “think tank” y organismo extranjero como la OCDE ya lo advirtió debería estar en nuestras manos como mexicanos detener la ambición desmedida no porque la ambición en sí sea mala, sino por el alto impacto que la alta concentración y sus monopolios acarrean a la economía de todos los mexicanos. De paso dejaríamos de financiar la fortuna grotesca que dichas prácticas le generan a una sola persona. ¿Para cuando México, para cuando mexicanos?



Jimy Cruz Camacho es consultor y economista por la UAM-Iztapalapa, graduado del programa en “business analysis and valuation” por la “London School of Economics and Political Science”  Cursa la Maestria en Filosofia y Ciencias Sociales por el ITESO 

Thursday, April 19, 2018

The real challenges of Mexican Economy under Lopez Obrador’s presidency

Jimy Cruz Camacho* 

It was repeated with certain frequency that, of arriving at the presidency the candidate Andres Manuel Lopez Obrador (AMLO) would be a danger in economic matter for Mexico. First of all, we must remember that in Mexico, unlike many other countries, monetary policy is established and executed by the central bank (Banco de México), which is autonomous and has the constitutional mandate to preserve the purchasing power of the currency and therefore control inflation. This institution is governed by a Board and can not be changed at will by the President of the Republic since its members have been elected for constitutional periods of 6 and 8 years. In fact, López Obrador has stated that if he becomes president, he will be respectful of the autonomy of the Bank of Mexico. On the other hand, the budget of income and expenses of the Federation (and therefore the central axis of fiscal policy) is proposed by the president (via the Ministry of Finance and Public Credit) but its approval and discussion must necessarily pass through the Chamber of Deputies, organ of the State where plurality is guaranteed. In fact, the deputies emanating from the PRI and the PAN (lawyers and economists) frequently make up the Finance and Budget and Public Account committees of the Chamber of Deputies. The big issue is how that budget is allocated and distributed. On the other hand, the members of the economic cabinet that López Obrador has appointed are highly trained economists and seem to be inclined to keep macroeconomic indicators under control. The peso-dollar exchange rate has been floating since the December 1994 crisis and today is subject to market forces and not to the whim of the president. 

In addition, Mexico stopped being a rigid presidential regime many years ago and nowadays there are organs of the private initiative (diverse business chambers such as the Business Coordinating Council, the Coparmex, Canancintra, etc.) organs of organized civil society, universities with highly prestigious research centers and there is a whole constitutional scaffolding, international treaties, laws and regulations that would make it impossible for the Federal Executive to forcibly impose his views on economic matters whoever wins the presidency.

What is seen as urgent is putting the fight against corruption on the agenda of the public administration, improving the distribution of income and, of course, strengthening the rule of law to combat violence. Controversial issues of AMLO? Many. Among them, the moral constitution, amnesty to criminals, cancellation of the new airport in Mexico City NAIM (perhaps it is understood by the hotbed of corruption that is seen there but not justified by the signal that a decision of that nature would send to investors), to throw back the energetic and educational reforms without proposing something concrete in its place, although it will also be necessary to clarify that the change of these reforms does not depend on the President but on the Congress. It is therefore not evident that if AMLO wins, there will be devaluation, debt growth, inflation, unemployment, etc. In fact, there has been more devaluation, inflation, debt growth, poverty growth and unemployment in the last two presidential periods  than in previous years. International conjuncture, error in monetary and fiscal policy decisions? It will have to be studied.

It would be worth remembering that the governments emanating from PAN and the PRI have been as eccentric as the Castro, Maduro and Chávez regimes that they associate with López Obrador, I cite some examples: more than 60,000 deceased deaths per sexennium, almost equal number of disappeared, we are the country with the highest number of murders to journalists, among the missing there are many students and that hurts enough since it is hard to understand a country where the class that represents the nation's hope is killed and disappears. Remember also that officials of all levels of government have been protagonists of millionaire embezzlement in SEDESOL, SAGARPA, multimillion dollar deviations from the PRI governments of Veracruz, Chihuahua, Quintana Roo, Coahuila and a long etcetera. The use and abuse that has been made of State institutions to favor particular interests is also causing increasing alarm. The Secretariat of Public Administration stand out to exonerate the President of the Republic of what appears to be a conflict of interest over the aberrant White House (Casa Blanca) affaire, the use of the Prosecutor of the Nation against a presidential candidate, of the Electoral Authorities to exonerate the current President for unlawful acts committed during his campaign.

Putting things in the balance not everything has been negative in the presidential periods of the PAN and the PRI. Progress has been made in the material well-being of families, freedom of expression has remained albeit with alarming chiaroscuro, macroeconomic stability has been maintained and with this, Mexico has attracted a large volume of foreign investment. Perhaps this has been the reason why popular discontent has not been channeled through violence and national disruption. 

However, there are also alarming signals. Recall that the main attribute of a state is that it is strong, guarantees the security of citizens and applies justice while exercising a monopoly on violence. That State must also guarantee free competition of agents in the economy. In Mexico it works exactly the other way around, there is no security, anyone is free to exercise violence against others, we live in an environment of profound injustice (not only formally and legally, but also from social and economic standpoint). In the field of the economy we are dominated by monopolies in a large number of industries, such as telecommunications, entertainment, cement, fuel, electricity, even bread and tortillas are ruled by predominant competitors. The damage that the above causes to the economy costs us all Mexicans and even decreases competitiveness and limits our growth. We receive products and service on many occasions of poor quality at exorbitant prices. Who pays the bill of the monopolies and the grotesque fortunes of their owners? The consumer. Who pays the corruption bill? The taxpayer. Nonetheless,  we just have to remember that the consumer and the taxpayer are the same people. This is how our country is dangerously close to being characterized as a failed state with alarming rates of social discontent. This is from my point of view the real danger for our country. 

AMLO is not the solution? I do not know, but for now on the ballot this July 1 we will only have two options, more PRI and PAN or a new party in the Presidency of the Republic. Let's leave the decision in the hands of the electors, but not of those dark forces that today desperately speak  in campaigns of hatred and disinformation.


* Consultant, economist by the UAM-Iztapalapa, graduated in business analysis and valuation by the London School of Economics and Political Science and Masters in Philosophy by ITESO in course.

Tuesday, April 17, 2018

La conquista de la felicidad (prólogo)




Una lección de sentido común

No sé —nadie puede saber, creo yo—si en el siglo XX la gente ha sido más feliz o menos que en otras épocas. No hay estadísticas fiables de la dicha (v. gr.: ¿nos hace más felices la televisión o el fax?) y aunque los mucho mejor acreditados índices del infortunio —guerras con armas de exterminio masivo contra la población civil, matanzas raciales, campos de concentración, totalitarismo policial, etc.—resultan francamente adversos, no me atrevería a sacar una conclusión de alcance general. Se dice que el siglo ha sido cruel, pero repasando la historia no encontramos ninguno decididamente tierno. Parafraseando a Tolstói (quien a su vez quizá se inspiró en una observación de Hegel) deberíamos atrevernos a afirmar que los siglos felices no pertenecen a la historia pero que cada una de las centurias desdichadas que conocemos ha tenido su propia forma de infelicidad... Lo que sí podemos asegurar es que los grandes pensadores de los últimos cien años no han destacado precisamente por su visión optimista de la vida. Tanto el nazi Heidegger como el gauchiste Sartre compartían un ideario existencial marcado por la angustia, cuando no por el agobio: el hombre es un ser-para-la-muerte, una pasión inútil. La noción de felicidad les parecía —a ellos y a tantos otros—un término trivial, tramposo, inasible. Querer ser feliz es uno de tantos espejismos propios de la sociedad de consumo, un tópico ingenuo de canción ligera, el rasgo complaciente que degrada el final de muchas películas americanas, en una palabra: una auténtica horterada. Y solo hay algo más hortera o más vacuo que querer llegar a ser feliz: dar consejos sobre cómo conseguirlo. Cuanto más desengañado de la felicidad se encuentre un filósofo contemporáneo, más podrá presumir de perspicacia: la energía que ponga en desanimar a los ingenuos cuando acudan a él pidiendo indicaciones sobre cómo disfrutar de la vida servirá para establecer ante los doctos su calibre intelectual. Y sin embargo ¿acaso no es la pregunta acerca de cómo vivir mejor la primera y última de la filosofía, la única que en su inexactitud y en su ilusión nunca podrá reducirse a una teoría estrictamente científica?

El modernísimo Nietzsche aseguró en su Genealogía de la moral que lo de querer a toda costa ser felices es dolencia que solo aqueja a unos cuantos pensadores ingleses. Se refería probablemente, entre otros, a John Stuart Mill, quien fue precisamente el padrino de Bertrand Russell. Y hace falta sin duda ser heredero de todo el sabio candor y el desenfado pragmático anglosajón para escribir tranquilamente como Russell sobre la conquista de la felicidad, esa plaza que según algunos no merece la pena intentar asaltar y según los más ni siquiera existe. Claro que esta empresa tan ambiciosa debe comenzar paradójicamente por un acto de humildad y es más, por un acto de humildad que contradice frente a frente una de las actitudes espirituales más comunes en nuestra época, la de considerar la desventura interesante en grado sumo. Como dice Russell, «las personas que son desdichadas, como las que duermen mal, siempre se enorgullecen de ello». Este es el primer obstáculo a vencer si uno pretende intentar ser feliz, dejar de intentar a toda costa ser «interesante». Por supuesto, Russell no ignora que muchas de las causas que pueden acarrear nuestra desdicha escapan a nuestro control individual: guerras, enfermedades, accidentes, situaciones inicuas de explotación económica, tiranías... En otros de sus libros se ocupó de las que son menos azarosas y de los caminos a veces revolucionarios que han de seguir las sociedades para librarse de tales amenazas. La principal de sus propuestas pacifistas, constituir una especie de Estado Mundial que impidiese las guerras entre naciones y procurase el bien común de la humanidad, sigue siendo la gran asignatura pendiente de la política en los albores del siglo XXI. Pero en este libro se dirige a un público diferente. Supone un lector con razonable buena salud, con un trabajo no esclavizador que le permite ganarse la vida sin atroces agobios, que vive en un país donde está vigente un régimen político democrático y a quien no afecta personalmente ningún accidente fatal. Es decir, aquí Russell escribe para privilegiados que no luchan por su mera supervivencia, que disfrutan de una existencia soportable pero que quisieran que fuese realmente satisfactoria... o para aquellos, aún más frecuentes, empeñados en hacerse insoportable a sí mismos una vida que objetivamente no tendría por qué serlo. Como la obra fue escrita en el período de entreguerras, a comienzos de los años treinta (la época en que Bertrand Russell gozaba de su máxima influencia como pensador social pero todavía sulfurosa y teñida de escándalo pues aún no se había convertido en el venerado patriarca del inconformismo inconformismo que luego llegó a ser), los «hombres modernos» a los que se dirige somos y no somos ya nosotros. En ciertos aspectos ese mundo es como el nuestro y hasta encontramos perspicaces profecías, por ejemplo, referidas a la natalidad en Occidente: «Dentro de pocos años, las naciones occidentales en conjunto verán disminuir sus poblaciones, a menos que las repongan con inmigrantes de zonas menos civilizadas». Pero ni siquiera alguien tan clarividente como Russell, preocupado como estaba por la condición de la mujer, es capaz de calibrar del todo el vuelco familiar y laboral que habría de suponer la emancipación femenina ya en curso; ni tampoco puede medir el papel que los audiovisuales comercializados debían llegar a desempeñar pocos años después, lo cual le permite afirmaciones que a un español de hoy le resultan dolorosamente anticuadas: «El que disfruta con la lectura es aún más superior que el que no, porque hay más oportunidades de leer que de ver fútbol». En algunos pasajes me parece que es pudorosamente autobiográfico, como cuando en el capítulo «Cariño» retrata al niño carente de calidez paternal (él se quedó huérfano de padre y madre muy pronto, siendo criado por su rigorista abuela) que busca crearse intelectualmente un mundo seguro de certezas filosóficas que le ampare ante la vorágine inmisericorde de la realidad... Aunque Russell es un crítico exigente de la sociedad industrial contemporánea, en modo alguno consiente en idealizar supuestos paraísos rurales y artesanos del ayer. A diferencia de esos denostadores de la «trivialidad» de las diversiones audiovisuales modernas —los cuales parecen suponer que antes de inventarse la televisión todo el mundo pasaba su tiempo leyendo a Shakespeare, reflexionando sobre Platón o interpretando a Mozart—Russell subraya el enorme tedio que debía de planear sobre las sociedades anteriores al maquinismo y sus entretenimientos. En realidad, el aburrimiento siempre ha sido la verdadera maldición de la humanidad, de la que provienen la mayor parte de nuestras fechorías. Las sociedades preindustriales agrícolas debían de ser inmensamente tediosas (Russell insinúa, a mi juicio con poco fundamento, que los miembros masculinos de las tribus de cazadores lo pasaban bastante bien) pero gracias a la superstición religiosa rentabilizaban mejor el aburrimiento. En cambio hoy «nos aburrimos menos que nuestros antepasados, pero tenemos más miedo de aburrir-nos». Y ese es en efecto nuestro problema: no hay nada más desesperadamente aburrido que el temor constante a aburrirse, la obligación de hallar diversiones externas.

Salvo un puñado de personas creativas —sobre todo científicos, artistas y gente humanitaria que convierte la compasión en tarea absorbente—al resto de la humanidad no le queda más remedio que fastidiar al prójimo, morirse de fastidio... o comprar algo. En fin, esperemos que internet alivie un poco los peores efectos de nuestra trágica condición. Nunca ha estado del todo claro si el secreto de la felicidad consiste en no ser completamente imbécil o en serlo. Como casi todos los ilustrados occidentales (en Oriente se da mayor diversidad de opiniones al respecto), Bertrand Russell opta decididamente por la primera alternativa. Para ser razonablemente feliz hay que pensar de modo adecuado, no dejar completamente de pensar; hay que actuar correcta, inventiva y si es posible desinteresadamente, no dejar del todo de actuar, etc. Bueno, no le falta del todo razón: probablemente usted y yo, lector, podamos sacar más provecho de sus indicaciones llenas de sentido común que de las de algún místico renunciativo inspirado por Lao Tse o Buda (incluso si es un budismo more californiano a lo Richard Gere). Algunas desventuras podremos evitar atendiendo sus consejos, sin necesidad de cambiar demasiado radicalmente nuestro modo de vida. En cuanto a conquistar la felicidad, la felicidad propiamente dicha... sobre eso yo no me haría demasiadas ilusiones.


 FERNANDO SAVATER

Thursday, April 12, 2018

¿Por qué la llegada de AMLO no es un peligro para México?



Por Jimy Cruz Camacho*

Se repite con cierta frecuencia que, de llegar a la presidencia el candidato Andrés Manuel López Obrador (AMLO) sería un peligro en materia económica para México. En primer lugar debemos recordar que en México a diferencia de muchos otros países la política monetaria la establece y la ejecuta el banco central (Banco de México), el cual es autónomo y tiene como mandato constitucional preservar el poder adquisitivo de la moneda y por ende controlar la inflación. Dicha institución se rige por una Junta de Gobierno y no la puede cambiar a su antojo el Presidente de la República ya que sus integrantes han sigo elegidos por periodos constitucionales de 6 y 8 años. De hecho López Obrador ha declarado que de llegar a la presidencia él será respetuoso de la autonomía del Banco de México. Por otro lado, el presupuesto de ingresos y egresos de la Federación (y por tanto el eje central de la política fiscal) la propone el presidente (vía la Secretaría de Hacienda y Crédito Público) pero su aprobación y discusión tiene que pasar forzosamente por la Cámara de Diputados, órgano del Estado donde la pluralidad está garantizada. De hecho los diputados emanados del PRI y del PAN (abogados y economistas) frecuentemente integran las comisiones de Hacienda  y Presupuesto y Cuenta Publica de la Cámara de Diputados. El gran tema es cómo se asigna y distribuye ese presupuesto. Por otro lado, los integrantes del gabinete económico que ha designado López Obrador son economistas muy preparados y parecen inclinarse por mantener los indicadores macroeconómicos bajo control. El tipo de cambio peso-dólar es flotante desde la crisis de diciembre de 1994 y hoy está sujeto a las fuerzas del mercado y no al capricho del presidente.

En adición, México hace muchos años dejó de ser un régimen presidencial rígido y hoy en día hay órganos de la iniciativa privada (diversas cámaras empresariales tales como el Consejo Coordinador Empresarial, la Coparmex, Canancintra, etc) órganos de la sociedad civil organizada, universidades con centros de investigación muy prestigiados y existe todo un andamiaje constitucional, tratados internacionales, leyes y reglamentos que harían imposible que el Ejecutivo Federal imponga por la fuerza sus visiones en materia económica quien sea que gane la presidencia.

Lo que sí se aprecia como algo urgente es poner en la agenda de la administración pública el combate a la corrupción, mejorar la distribución del ingreso y por supuesto fortalecer el estado de derecho para combatir la violencia. ¿Temas controvertidos de AMLO? Muchos. Entre ellos, la  constitución moral, amnistía a delincuentes, cancelación del NAIM (quizá se entiende por el hervidero de corrupción que se vislumbra ahí pero no se justifica por la señal que una decisión de esa naturaleza enviaría a los inversionistas), echar para atrás las reformas energética y educativa sin plantear algo concreto en su lugar, aunque también habrá que aclarar que el cambio de esas reformas tampoco dependen del Presidente sino del Congreso. No es por lo tanto nada evidente que si gana AMLO habrá devaluación, crecimiento de la deuda, inflación, desempleo, etcétera. De hecho ha habido más devaluación, inflación, crecimiento de la deuda, crecimiento de la pobreza y desempleo en los últimos dos sexenios  que en periodos anteriores. ¿Coyuntura internacional, error en las decisiones de política monetaria y  fiscal? Habrá que estudiarlo. 

Bien valdría la pena recordar que los gobiernos emanados de PAN y del PRI han sido tan excéntricos como los regímenes de Castro, Maduro y Chávez que tanto asocian con López Obrador, cito algunos ejemplos: mas de 60,000 muertes dolosas por sexenio, casi igual numero de desaparecidos, somos el país con el mayor número de asesinatos a periodistas,  entre los desaparecidos hay muchos estudiantes y eso duele bastante ya que cuesta trabajo entender un país donde se mata y desaparece  a esa clase que representa la esperanza de la nación. Recordemos también que funcionarios de todos los niveles de gobierno han sido protagonistas de millonarios desfalcos en SEDESOL, SAGARPA, multimillonarios desvíos desde los gobiernos priistas de Veracruz, Chihuahua, Quintana Roo, Coahuila y un largo etcétera. También causa cada vez mayor alarma el uso y el abuso que se ha hecho de las instituciones del Estado para favorecer intereses particulares. Destacan la Secretaría de la Función Pública para exonerar al Presidente de la República de lo que parece ser un conflicto de interés por el aberrante tema de la Casa Blanca, el uso de la PGR contra un candidato presidencial, de las Autoridades Electorales para exonerar al actual Presidente por actos ilícitos cometidos durante su campaña.

Poniendo las cosas en la balanza no todo ha sido negativo en los sexenios del PAN y del PRI. Se ha avanzado en el bienestar material de las familias, la libertad de expresión se ha mantenido aunque con claroscuros alarmantes, se ha mantenido la estabilidad macroeconómica y con ello México ha atraído un cuantioso volumen de inversión extranjera.  Quizá ésta ha sido la razón por la cual el descontento popular no se ha canalizado por otras vías.

Sin embargo también hay claroscuros alarmantes. Recordemos que el principal atributo de un Estado consiste en que sea fuerte, garantice la seguridad de los ciudadanos y aplique la justicia ejerciendo al mismo tiempo el monopolio de la violencia. Ese Estado también debe garantizar la libre competencia y la libre concurrencia de los agentes en la economía. En Mexico funciona exactamente al revés, no hay seguridad, cualquiera es libre de ejercer la violencia contra los demás, vivimos en un entorno de profunda injusticia (no sólo en el ámbito formal legal, sino también en el social y económico). En el terreno propio de la economía nos dominan los monopolios en un gran número de industrias, tales como en telecomunicaciones, entretenimiento, cemento, combustibles, electricidad, incluso hasta el pan y las tortillas están regidos por competidores predominantes. El daño que lo anterior causa a la economía  nos cuesta a todos los mexicanos e incluso disminuye la competitividad y limita nuestro crecimiento. Recibimos productos y servicio en muchas ocasiones de pésima calidad a precios exorbitantes. ¿Quien paga la factura de los monopolios y las grotescas fortunas de sus dueños? El consumidor. ¿Quien paga la factura de la corrupción? El contribuyente. Solo habría que recodar que consumidor y contribuyente somos las mismas personas. Es así como nuestro país se acerca peligrosamente a ser caracterizado como una estado fallido con índices alarmantes de descontento social.

Este es desde mi punto de vista el verdadero peligro para nuestro país. ¿AMLO no es la solución? No lo sé, pero por lo pronto en la boleta electoral este 1 de julio sólo tendremos dos opciones, más PRI y PAN o nuevo partido en la Presidencia de la República. Dejemos la decisión en manos de los electores, pero no de esas fuerzas obscuras que hoy de desviven desesperadamente en campañas de odio y desinformación. 

*Consultor, economista por la UAM-Iztapalapa, estudios en business analysis and valuation por la London School of Economics and Political Science y Maestria en Filosofia por el ITESO en curso.




Wednesday, April 11, 2018

La transvaloracion de los valores



Para F. Nietzsche el cristianismo (y su versión política el marxismo) se inscriben en la tradición de la inversión dialéctica o transvaloración de los valores morales. Es decir, si ser rico, poderoso, fuerte, bello y noble eran  originalmente valores positivos y sinónimo de lo bueno, el cristianismo (y el marxismo) convierten esos valores - mediante una lógica perversa - en sinónimo de maldad transformando así al pobre, al débil, al marginado, al plebeyo, a los indigentes, los enfermos, los deformes y en general al bajo pueblo derrotado en sinónimo de lo moralmente bueno. Dicho de esta manera, el cristianismo (y el marxismo) serian la expresión más acabada de la filosofía de los derrotados, de los débiles y de los condenados al fracaso, una filosofía adaptada para pequeñas bestias que se juntan para darse calor y lamerse sus heridas. El cristianismo es solo para él la forma más poderosa de algo más general: “la moral de los esclavos.” F. Nietzsche sospecha que el cristianismo se origina en una filosofía desarrollada como respuesta de los judíos al imperio que los había conquistado, el Romano. Lo que no pudieron ganar en la guerra lo han ganado en las iglesias, por ello el cristianismo es también una filosofía de la impotencia. El objetivo cumplido (teleología) de esta filosofía se comprueba en el hecho de que tras algunos siglos de cristianismo el imperio Romano - anteriormente todopoderoso sobre la faz de la tierra  - finalmente es derrotado por la creencia y la tradición judeocristiana la cual llega a extenderse más allá de los confines del imperio, tanto así que en cualquier lugar de la tierra donde haya una iglesia o un altar todos terminan inclinados ante tres judíos y una judía: Jesús de Nazaret, el pescador Pedro, el fabricante de alfombras Pablo, y Maria, la madre de Jesús. ¿A quién se le pueden ocurrir semejantes atrocidades? ¡Solo a un monstruo, eso fue F. Nietzsche!

Jimy Cruz.
Guadalajara, Jalisco. 11 de abril de 2018.