En primer lugar
habrá que decir que la economía es la disciplina que estudia las relaciones y
las formas de generación de valor (invención, producción y la distribución de
bienes y servicios) entre tres agentes económicos fundamentales que a su vez
componen toda nuestra sociedad, a saber: las familias-individuos, las empresas
y los gobiernos. Tres agentes económicos y sociales que en última instancia
están conformadas por personas.
La economía puede
ser abordada en tres vertientes fundamentales. En primer lugar como una
disciplina entre las ciencias sociales más duras en tanto sus teorías han
alcanzado un grado de desarrollo explicativo y predictivo de la conducta
económica que quizá es el más exacto y avanzado dentro de las ramas de estudio
social. Hoy en día la investigación en la rama de la economía ya no depende
sólo de la teoría económica como tal, sino que se hace valer de otras
disciplinas como las matemáticas (incluyendo el cálculo diferencial e integral
así como la investigación de operaciones, etc.), la estadística, la
econometría, la probabilidad, la historia, la teoría de juegos, el derecho o la
teoría contractual, la teoría organizacional, las finanzas, los negocios y
recientemente hasta de la psicología. En éste sentido, la ciencia
económica (desde Adam Smith, pasando por David Ricardo y un largo etcétera) ha
intentado explicar las interacciones de generación de valor entre
familias-individuos, empresas y gobiernos (de manera conjunta, puntual o
aislada) tratando de encontrar, establecer y postular las leyes que explican y
predicen el comportamiento económico de dichos agentes. Por éste camino la
economía como ciencia ha avanzado tanto que hoy por ejemplo muchas de sus
teorías han alcanzado un grado tan sofisticado al intentar explicar ciertas
facetas de las interacciones económicas (y también de predecir) que en muchos
aspectos se compara con la Física. No obstante, desde un punto de vista
epistemológico (o de filosofía de la ciencia) la economía es una disciplina que
aún le debe mucho a la humanidad, en tanto que aún con el apoyo de otras
ciencias y con el alto grado de desarrollo que han alcanzado sus modelos
(principalmente matemáticos) ha logrado explicar y predecir una parte aún muy
reducida de la realidad económica actual, pasada y futura. Tanto así que el grado de predicción de la
economía sigue siendo muy limitado cuando no arrisgado.
Tengo la sospecha
de que el valor que se otorga hoy en día a las teorías económicas es
desproporcionado. En la antigua Grecia la verdad fue lógica y matemática,
después en la edad romana la verdad fue legal, posteriormente en la edad media
la verdad fue divina y a partir de la ilustración la verdad se volvió
profundamente racional. Hoy por hoy, la economía ha absorbido totalmente
a la razón y la verdad se ha convertido en económica. Así los criterios
de eficiencia, productividad, ganancia actual y futura y en última instancia el
de utilidad prevalecen o tienen mayor peso en la evaluación o en la toma de
absolutamente cualquier decisión de los agentes, por encima de criterios asociados
con el bienestar (o el bien común), la felicidad, el desarrollo sustentable, la
justicia, la ecología o incluso la ética y la preservación de la cultura y las
costumbres. Es decir, en la lucha constante entre la utilidad y la buena vida,
casi siempre gana la primera y cuando se pone en primer lugar la segunda, el
costo (económico) es altísimo.
En segundo lugar
la economía es también una práctica, es decir es una actividad en la que los
hombres se ven envueltos desde que nacen hasta que mueren. En la realidad
contemporánea no hay absolutamente ninguna actividad del hombre que no tenga
una implicación o una repercusión económica. La economía como actividad y como
práctica se da fundamentalmente en el “mercado” el cual puede ser más o
menos perfecto, en el sentido de estar más cercano a la competencia, al
oligopolio o al monopolio. El mercado es a su vez la institución que alimenta y
conserva a otra vieja institución de la actividad del hombre llamada propiedad
privada. Con esto me atrevo a sospechar que sólo hay dos cosas que con
toda seguridad tendrá que hacer una persona al nacer, la primera es que tendrá
que realizarse forzosamente en un “hombre-económico” y se verá forzado a
intercambiar bienes y servicios en un mercado y la segunda es que morirá. Tarde
o temprano ese hombre económico comprenderá que en el mercado tendrá un valor
en tanto pueda acudir al mismo con algo que intercambiar, y sobretodo en el
sistema económico predominante en la actualidad deberá saber que su actividad
se reduce a intercambiar o su trabajo (tiempo), o sus recursos materiales, o su
dinero (increíblemente el dinero también es una mercancía) o su conocimiento.
Es justamente en ésta dinámica del mercado donde ese hombre-económico
comprenderá también que para maximizar sus ingresos y sus utilidades deberá
acudir al mismo con el egoísmo por delante. Es decir, procurará en primer lugar
satisfacer sus necesidades a toda costa con el menor esfuerzo o inversión de
recursos, antes que las necesidades de su entorno más inmediato, ya no digamos
de la sociedad.
Por lo tanto, si
ese hombre-económico es feliz o infeliz, si ama o no, si conoce verdaderamente
o no lo que hace, si es justo o injusto o incluso si tiene consciencia o no de
sus actos dentro del mercado, son aspectos que pasan totalmente inadvertidos.
La razón por la que todas estas dimensiones del hombre-económico (y muchas más)
pasan inadvertidas en el mercado, es precisamente porque no tienen (o en su
caso no se les ha asignado) un valor dentro del mercado mismo. Es precisamente
aquí donde la economía como práctica conlleva profundos conflictos éticos. Es
decir, los incentivos dentro de la práctica económica estarían más orientados a
maximizar la generación de valor (trabajo, recursos materiales, dinero y
conocimiento) que a procurar un desarrollo sustentable, garantizar la felicidad
o procurar la justicia entre los individuos. Es así que el mercado se ha
convertido en el gran regulador no sólo del bienestar sino en el que otorga
premios y castigos a cada individuo. Ese mercado es casi siempre anónimo e
impersonal, donde lo único que importa son los resultados, las
utilidades, los balances y en última instancia la generación de valor en las
personas, las familias y últimamente hasta en los gobiernos, como si éstos fueran
empresas a las que deba evaluarse bajo una óptica de la administración
empresarial. Con lo anterior, lo que prevalece es una institución destructora
de la persona en tanto en el mercado todo se convierte en mercancía, todo lo
engulle y por lo tanto todo lo destruye. Si todo es mercancía (es decir, todo
se puede intercambiar) fuera del término mercancía no queda absolutamente nada.
Es decir, absolutamente todo: el conocimiento, el dinero, los recursos y
el tiempo e incluso la persona misma (cuando no tiene otra alternativa) se
vuelve mercancía.
La tercera
vertiente en la cual puede ser estudiada la economía es como “sistema de
organización” o lo que corrientemente denominaré “sistema económico.” Con lo
anterior trataré de explicar que toda teoría económica conlleva una práctica
pero que esa práctica está englobada en un sistema que históricamente se ha
caracterizado por ser un modelo o un modo de producción. Es decir, todo modelo
de interacción económica entre los agentes arriba mencionados siempre ha estado
enmarcado en un sistema político y social (me atrevería a decir que también
cultural) que comúnmente hemos denominado como: primitivo, feudal,
mercantilista, capitalista, socialista, comunista, burocracia centralizada o de
“libre mercado” como muchos economistas pretenden denominar al modelo
predominante en la actualidad. La economía entendida como sistema sigue también
planteando numerosos problemas epistemológicos, éticos y metafísicos. ¿Se han
podido entender y conocer realmente cada uno de dichos sistemas? ¿Se pueden
entender en verdad los sistemas económicos desde las teorías que se han forjado
precisamente dentro de dichos sistemas? ¿Qué fue primero, la teoría o el
sistema? ¿Podemos decir hoy desde cualquier teoría o planteamiento que alguno
de esos sistemas es mejor o más verdadero o más bueno que otro?¿Tenía el hombre
forzosamente que partir de los sistemas económicos primitivos, pasar por los
mercantiles y capitalistas y desembocar en las burocracias centralizadas o de
supuesto libre mercado que nos rigen en la actualidad? Por cierto, la evidencia
histórica (sobretodo la del siglo XX) nos demostró que los ejercicios
comunistas que desembocaron en burocracias centralizadas (Rusia, Cuba etc.)
fueron tan efectivos en destruir a la persona como las economías de mercado o
sistemas capitalistas imperfectos que aún prevalecen. Estos sistemas
(incluyendo los experimentos comunitarios) funcionan como destructores de la
persona en tanto limitan, obstaculizan y disminuyen totalmente sus notas fundamentales,
a saber: la voluntad, la inteligencia y la afectividad.
Quiero plantarme
el estudio de la economía (entendida como ciencia, como práctica y como sistema
en su conjunto) y sus conflictos y tensiones desde la epistemología, la ética y
en ultima instancia desde la metafísica y tratar de entender si el hombre puede
seguir siendo forzosamente un hombre realizado dentro del paradigma económico
(que en todo caso lo destruye) o si definitivamente estamos listos para
comenzar a plantear opciones de convivencia radicalmente distintos y fuera de
ese paradigma, es decir, si podríamos transitar a un nuevo paradigma que
sea completamente no-económico y por lo tanto constructor y realizador de la
persona ¿Cómo sería y cuál sería ese nuevo paradigma?. He aquí un gran reto
para la filosofía.
Guadalajara,
Jalisco a 6 de marzo de 2018.