Saturday, June 16, 2018

Sobre elecciones, aborto y fútbol



Hace unos días una amiga se preguntaba  un tanto enfadada por qué en México se defiende a los candidatos presidenciales con las misma pasión y emoción que lo hacemos hacia los equipos de fútbol. También vemos que de la misma manera hay actualmente posiciones tan enconadas en relación con em derecho o no al aborto. Le respondí que eso no sucede necesariamente porque asimilemos todo con el fútbol. Lo que pasa es que la naturaleza humana es idéntica en las diferentes actividades que realiza  y sus acciones en última instancia están movidas por ejemplo por una actitud sentimental benigna, social, alegre, amistosa, de benevolencia, clemente, gratificante, animada y esperanzada o bien por sentimientos de miseria, apresuramiento, tumulto, indolencia, letargo, tormento, intensidad, rencor, animosidad, envidia, venganza, tristeza, melancolía, temor y un largo etcétera. Todos estos afectos sentimentales son ejemplos de pasiones o emociones que rigen nuestra conducta cotidiana. Entonces el ser humano siempre utiliza la inteligencia (la razón) para  justificar todas sus acciones que en última instancia son pasionales (emocionales). Ahora bien, cabe destacar que nuestras acciones son intersubjetivas y que por ello mismo lo que es “bueno” para unos puede ser “malo” para otros. Lo que muchos no asimilamos en ocasiones es que la única forma de entendernos y de convivir en sociedad con esa subjetividad tan propia del ser humano es la simpatía, la simpatía por el otro, pero cuando no hay simpatía, no hay empatía y sin empatía se vuelve muy difícil entender, convivir, aceptar, acercarte y reflexionar con el otro. Ahí es donde aparece lo que muchos entienden como una “agresión” que es una disrupcion del tipo “no me entiendes” “no me aceptas” “no me quieres” etc. Por esta misma subjetividad humana, es prácticamente imposible tratar de imponer una determinada conducta moral a los demás basada en una reflexión o un razonamiento individual (personal) de lo que se asume como bueno, como malo, razonable o lo que usted desee. Y aquí es justamente donde muchos de nosotros topamos con la piedra de que los imperativos categóricos de bondad, “conducta moral” y razonamiento no siempre aplican para regular nuestra convivencia en sociedad. Lo anterior quiere decir que por más que queramos no podemos imponer reglas morales (al estilo kantiano, tomista, cristiano o lo que usted desee) a la sociedad a partir de nuestras  reflexiones individuales sobre qué es lo mejor, qué es lo bueno o qué es lo malo. Por ello el único camino que nos queda para convivir en sociedad es la empatía y el otro es el de las leyes (aquí me detengo). Así que querido amigo, no trate de convencer a los demás se sus propias convicciones, simplemente hay que tener un poco más de empatía y aceptar que el otro percibe, razona e idealiza las cosas de forma muy distinta a cómo usted lo hace.

Jimy Cruz Camacho